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EL PUENTE

1 comentario

Salía de Cirauqui ya agotada. Distraída. Calculando la distancia y el tiempo que me restaba hasta la siguiente parada. Todos me habían adelantado hacía horas.

La bajada me llevó hasta la calzada romana y a punto de cruzar el puente de piedra me sobresaltó el saludo de un peregrino sentado sobre una roca al lado del sendero.

  • ¡Buen Camino!
  • ¡Buen Camino! – respondí.

El hombre, vestido con mallas de color verde desvaído me pareció extraño. No tanto por su ropa que semejaba un disfraz y que me hizo pensar, no sé por qué, que podría ser un bufón, sino por su pose lánguida y una expresión soñadora en la cara. Tenía los ojos adormilados y una ligera sonrisa y más que cansado, se diría alguien rendido a alguna sustancia alucinógena. Eso supuse cuando entendí su pregunta.

– ¿Puedes ver las piedras alineadas y esas luces como esferas? Allí, junto al olivo- señaló.

Esta vez, su voz sonó muy antigua, tan vieja que creí oír la armonía de un canto medieval. Al mirarlo con más detenimiento no era el bordón del peregrino lo que balanceaba perezosamente en la mano izquierda, si no la cola que de sus posaderas emergía. Retiró con parsimonia la capucha de su cabeza. Dos protuberancias, escondidas hasta ese momento, aparecieron. Unos cuernecillos de un color púrpura intenso se sumaron al atrezo. Creo que asistí a una escena teatral largamente ensayada. Su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron con un aire malicioso.

Me pareció curioso que varias líneas de piedras señalaran el camino desde la posición del estrafalario personaje hasta un olivo solitario que se alzaba a unos metros frente a nosotros. Y que rodeando el árbol, danzando, flotando y balanceándose al ritmo de la brisa, esferas de luz brillante me invitaran a seguirlas y continuar caminando.

– ¿Quién eres?, me hizo una segunda pregunta.

Sentí que pretendía confundirme.

  • ¿Quién soy yo? No sé, espero descubrirme caminando.  

Rumiaba abstraída como estaba en estos dilemas. Así tardé en reaccionar.

  • Y tú, ¿Quién eres tú? -me encaré.

Pero al girarme, ya no estaba allí.

  • ¿Cuál es tu camino? Le oí preguntarme una tercera vez, desde más allá.

Quise seguir avanzando. No hacer caso de sus preguntas, ni de las sensaciones que tenía. Pero mis pies estaban clavados en la tierra.

  • ¿Quién eres? Repetí mirando concentrada el camino

Al volver a mirarle, había desaparecido otra vez. No estaba ni junto al olivo, ni sentado sobre la roca, ni en el sendero a derecha o izquierda.

Suspiré. Sin molestarme en entender qué había pasado, ahora sí, seguí caminando sin darme cuenta de que las piedras alineadas, las luces y el camino mismo también habían desaparecido sin dejar rastro.

Lo último que pensé antes de caer del puente fue que no sabía si hacía el Camino de ida o ya estaba de vuelta.

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Autor: Sara Jiménez Uroz

La música y la experiencia de la conciencia son la luz al final del túnel, son el camino y el río que nos lleva, los remansos y también los obstáculos.

Un pensamiento en “EL PUENTE

  1. Avatar de MNuria

    Jope!! Que inquietante!! te caes del puente :O

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